lunes, 25 de mayo de 2015

El fantasma de las vías del tren - I


—No te equivoques, no pasé de ella. Es solo que ese día no estaba... tan atento como otras veces.

Beatriz miró su reloj y soltó un suspiro, cansada ya de la discusión.

—No voy a estar oliéndola el culo todos los días.

—Joder Dani —soltó de repente, furiosa—. No te estoy pidiendo eso.

Aquella tarde de marzo se le estaba poniendo a Beatriz muy cuesta arriba, casi tanto como las escaleras empinadas en las que estaba sentada junto a su novio y sus amigos Daniel, Jose y Adrián. La escalinata solía ser un lugar frecuente para charlar, hacer planes o, como en este caso, para discutir.

—Se queja de vicio —reiteró Daniel—. Mira a Raúl como está pasando de todos nosotros, incluida de tí, y tampoco te pones así de furiosa con él.

En ese momento, Beatriz se levantó de las escaleras y le propinó una colleja que le devolvió al mundo real en un instante. Raúl se quedó tan impactado por la reacción que no supo que decir y, tan solo, la miró desconcertado.

—Te lo mereces —dijo su novia enfadada.

—Estaba... dándole vueltas a eso... —Raúl intentó excusarse pero su actuación no fue nada convincente.

Como un rayo veloz otra colleja le sorprendió por el lado opuesto, el de su amigo Daniel.

—Eh, ya vale —protestó Raúl­. Acto seguido y sin tiempo para que alguien reaccionase, el chico cambió de tema —. ¿Visteis la peli que hecharon anoche?

—Yo sí —exclamó raudo su amigo Jose, alegrándose de que dejasen de lado los líos amorosos.

—¿Cuál? ¿La de la 5? —preguntó Adrián.

—Nose donde la echaron. La de miedo digo yo.

—Si —volvió a decir Jose con una sonrisa en la cara—. Esa de la casa que tenía el suelo del sótano que se movía y...

—Exacto —dijo Raúl, cortando a su amigo—. Oye Bea, ¿tú conoces la historia del fantasma de las vías del tren?

—¿Qué historia? —dijo con tono fuerte, todavía enfadada—. Y ¿qué vías?

—Las de allí —Señaló su novio hacia la izquierda con el dedo—. Las antiguas vías, por donde antes pasaban los trenes.

Beatriz se quedó pensativa, mirando al horizonte.

—¿Qué historia? —repitió Adrián intrigado.

—¡Joder, la del fantasma de la vías! ¿No me digáis que no la conocéis? Jose, tú me la contaste hace unos años. Me dijiste que te habías enterado por tu hermano. —Jose le miró desconcertado, sin saber a qué se refería—. Un día que estaba con sus amigos hablando de ello en su cuarto y tú les estabas espiando.

—Algo me suena eso —respondió, intentando recordar.

—Menudo cotilla eres tío —dijo Adrián con burla.

—¡Qué pasa! Me aburría en mi cuarto de tanto estudiar, di una vuelta por la casa y les oí. Qué no hubiesen dejado la puerta medio abierta.

—Así estás tú qué no apruebas ni una.

Aquel comentario motivó que ambos amigos se rieran como si fuesen hermanos gemelos inseparables.

—Chicos —les llamó Raúl—. Qué os vais por las ramas.

Acto seguido, comenzó con su relato.

—El caso es que, según dice la leyenda, hace muchos años existió una pareja que era perfecta, como dos almas gemelas, indisolubles. Nunca se les veía discutir, siempre iban cogidos de la mano, dándose besos a cada momento... Pero, un día, sin saber porqué, ella le dejó por otro hombre. Desolado y abatido, el marido vagó durante semanas por las calles de su barrio, con la mirada perdida, sin contestar las preguntas ni aceptar la ayuda de sus vecinos. Una tarde de agosto, le dio por acercarse a las vías del tren. Allí fue donde su mujer y él se dieron el primer beso, mientras la locomotora pasaba a toda velocidad, levantándole el pelo a su querida doncella. El hombre no aguantó más el intenso dolor que sentía en su pecho y, con la imagen de ambos fundiéndose, se tiró a las vías.

Beatriz y todos sus amigos escucharon atentos el relato. Raúl pensó que se había pasado con el dramatismo e intentó dar un toque más infantil al final de la historia para oxigenar el ambiente.

—Y, desde entonces, su espíritu vaga por aquel lugar como alma en pena murmurando el nombre de su esposa...

Jose que estaba al lado de la joven aprovechó la ocasión y se acercó a su oído sin que se diese cuenta para susurrarla:

—Beatriz...

—Serás cabrón —dijo ella mientras le pegaba un puñetazo en el hombro.

—¡Tranquila! ¡Te he asustado eh! —soltó Jose mientras se reía y le daba con el codo en el brazo.

Beatriz, todavía impactada por aquella historia, intentó recuperarse lo más rápido que supo para que no la siguieran intimidando. Los amigos que tenía podían llegar a ser muy insensibles y, a la mínima oportunidad, se aprovechaban de cualquier situación. Les encantaba el vacile.

—Sigue soñando chaval —contestó la joven encarándose—. ¿De verdad os creéis ese cuento?

—¿Quién sabe? —dijo Raúl, intentando meter más cizaña—. ¿Tú sabes la cantidad de sucesos de ese tipo que hay? Mi hermano está suscrito a una revista que habla sobre estos temas y todas las semanas aparecen casos nuevos.

—Y en internet tú pones la palabra "fantasma" y te salen miles de vídeos supercutres de gente como vosotros haciendo el mongolo.

En ese momento, cambiaron las tornas y Beatriz empezó a vacilarles a ellos. Tenía sed de venganza y no quería que nadie se librara, ni siquiera su novio.

—La tía es dura —dijo Raúl, contestando a su ataque—. Habrá que utilizar técnicas de choque.

La joven se quedó mirándole, con cara de asombro.

—Entonces, si no crees que vaya a pasar nada —insistió su novio—. ¿Por qué no vamos ahora y lo comprobamos?

En ese momento, saltó Daniel. Llevaba callado un buen rato, en concreto, desde que su amigo cambió de tema sin ni siquiera preguntarle. Él seguía dándole vueltas al problema con su novia.

—No —dijo de forma autoritaria—. No tengo ganas ahora de hacer el tonto.

—Exacto. —Le apoyó Beatriz que, al fin, había conseguido un aliado—. Además, se hace tarde y yo tengo que irme.

—Venga anda, no os rajéis ahora.

—Si cariño —dijo Beatriz mientras se levantaba y le daba un beso en la frente—. Otro día ya...

Beatriz dejó la frase en el aire mientras el resto del grupo siguió sus pasos y levantó el campamento.

Raúl, sin embargo, permaneció sentado, derrotado, viendo como sus amigos se iban despidiendo mientras bajaban la escalinata de su portal, dejándole a él solo con sus planes.

Siguiente parte

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